Infobae – 27 de julio de 2024-. La Conferencia de Obispos de Francia (CEF, por sus siglas en francés) emitió un comunicado en el que lamenta “las escenas de escarnio y burla al cristianismo” durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París, a la vez que rescata “momentos de belleza, alegría, rico en emociones y universalmente saludados”.
En efecto, la inauguración de los juegos combinó, a lo largo de excesivas cuatro horas, algunos momentos de belleza muy logrados -realzados por el escenario de la siempre hermosa capital francesa- con otros francamente antiestéticos e incluso chocantes en su contenido.
La escena que motivó el comunicado de la CEF es por otra parte absolutamente gratuita, innecesaria, nada tiene que ver con el espíritu olímpico que apunta a la concordia y a la fraternidad universal.
Es llamativo que, en una ceremonia pretendidamente diversa e inclusiva, y en un evento tan universal como lo son las Olimpíadas, los organizadores hayan dedicado una parte del desfile a intentar ridiculizar a una religión. Y no a cualquiera, sino a la fe de sus mayores, a la religión fundante de la nación francesa. Recordemos que Francia considera al jefe franco Clovis (Clodoveo), como su primer rey.
Éste, con su conversión al catolicismo logró imponerse y unificar a diversos pueblos dando nacimiento al Reino franco y a su primera dinastía, la merovingia. Clovis tuvo por principal consejero a lo largo de todo su reinado al obispo de Reims, el futuro San Remigio.
A diferencia de Napoleón, que se ponía al hombro toda la historia de Francia -”De Clovis al Comité de Salvación Pública (Léase Robespierre), me siento solidario con todo”, decía-, el espíritu de buena parte de la elite francesa de los últimos tiempos pasa por la negación de sus raíces cuando no su cuestionamiento.
Con información de Infobae.