Caficultura venezolana: entre la recuperación de la calidad y los desafíos estructurales. La caficultura en Venezuela presenta una situación dual. Por un lado, se percibe un resurgimiento marcado por el reconocimiento de la calidad de su grano; por otro, persisten dificultades estructurales y económicas que afectan a los productores.
El vaso medio lleno
La calidad del café venezolano, históricamente reconocida, comienza a recuperar atención. Se destacan las cosechas de regiones con altitud y clima ideales, como Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Portuguesa y parte de Barinas.
Desde 2020, se registraron más de 3.000 marcas de café, reflejando emprendimiento y un interés creciente por el café de especialidad. La producción nacional alcanza el autoabastecimiento y el consumo per cápita ha ido recuperándose, aunque todavía está por debajo de niveles de hace una década.
El café venezolano llega a mercados internacionales, especialmente a Estados Unidos, aunque la exportación representa solo el 10 % de la producción. Paralelamente, se impulsa un proyecto de Ley Nacional del Café para respaldar al productor y fomentar la sostenibilidad y la exportación.
Desafíos estructurales
El desfase tecnológico limita la eficiencia en los campos; la dificultad para acceder a maquinaria moderna y a insumos como fertilizantes afecta la producción. Los bajos precios en bolívares frente al mercado internacional reducen márgenes y capacidad de inversión.
Además, la falta de infraestructura y la intermitencia de servicios básicos impactan la logística y la productividad. Algunos reportes indican una disminución del café de alta calidad, pese al auge del sector de especialidad que busca revertir esta tendencia.
Caficultura venezolana: entre la recuperación de la calidad y los desafíos estructurales
Perspectiva histórica y productiva
Venezuela produce café desde hace 200 años. Entre los años 40 y 50 alcanzó un pico histórico de entre 1,8 y 2 millones de sacos. La sobreoferta internacional a fines de los 90 provocó caídas de precios dramáticas, afectando la producción nacional, que pasó de 1,8 millones a 600 mil sacos. Actualmente se proyecta llegar a 1,4 millones de sacos, con 150 mil exportados el año pasado.
El modelo productivo es principalmente de fincas pequeñas. La finca más grande no supera las 150 hectáreas; la mayoría tiene menos de 5 hectáreas. El café de especialidad representa apenas el 5 % de la producción, impulsado por baristas y emprendimientos locales.
Testimonios de productores
Juan Fierro, de Mérida, produce café “Siembra Viva” en media hectárea, priorizando calidad sobre volumen. Julio Gil, en Portuguesa, sigue utilizando técnicas de hace 50 años, con maquinaria antigua y dificultades financieras, aunque mantiene su producción mediana y suministro a distintas marcas.
Resiliencia y futuro
El sector ha pasado de centrarse en el volumen a enfocarse en la calidad, conectando directamente al productor con consumidores exigentes. La consolidación del café venezolano depende de superar desafíos como el financiamiento y la logística de insumos.
Si se logra mantener la calidad y la sostenibilidad, Venezuela podría recuperar un lugar destacado en el mapa cafetero mundial, ofreciendo al mundo una producción que combina tradición, resiliencia y potencial de excelencia.
Con información de Banca y Negocios
