El Político/Alberto News – Caracas, 15 de noviembre de 2023. Muchos venezolanos siguen con la idea de salir de su país hacia los Estados Unidos (EE.UU.) a buscar una mejor calidad de vida, sin embargo, quienes se encuentran en esta nación tienen otra perspectiva que los hace cambiar de opinión.
En la actualidad son más de medio millón de inmigrantes que provienen del país caribeño, la gran mayoría de forma ilegal y bajo circunstancias deplorables, usando los accesos más peligrosos del continente para llegar a EE.UU.
Dentro de estas historias de familias venezolanas que arriban a esta nación se encuentra la de Andrea Carolina Sevilla, quien ella con el apoyo de sus padres viajó al país norteamericano con la finalidad de una mejor educación, meta que lleva cinco meses sin poder cumplirse.
Los padres de esta joven no han podido inscribirla en la escuela a pesar de ser el objetivo principal de la familia. La razón de aventurarse a la travesía de ser inmigrantes es debido a la realidad de su país en términos académicos.
En Venezuela la educación no es solo ineficiente, sino que es una de las más deplorables del continente. La mala situación de los planteles, el sueldo nefasto de los profesionales de la educación que los lleva a no estar conformes con su labor, la desastrosa situación económica que lleva a las familias a no poder darle lo necesario para la educación de sus hijos, entre otros factores, han empujado a la población estudiantil al ámbito laboral a edades tempranas.
Todo por querer superarse
El estar en un aula de clases en Venezuela es un privilegio que pocos pueden tener, y el que esa educación sea óptima es un lujo que poseen quienes tengan una estabilidad económica sólida, lo cual representa una minoría nacional. Solo quienes puedan pagar una institución privada podrán tener una formación sin tapujos y de nivel.
Sin embargo, la familia Sevilla al llegar a este país se percatan de que no es lo que pensaban. En los EE.UU. a pesar de ser un país estable en muchos ámbitos, actualmente no parece la mejor alternativa para los indocumentados que buscan el anhelado “sueño americano”.
Factores como el alto volumen de los migrantes, la saturación de los departamentos de atención de estas personas, las conductas violentas de un pequeña número de indocumentados hacia el Estado, y la ineficaz política migratoria del presidente Biden hacen de esta situación un escenario complejo.
A raíz de esta realidad los intentos de la familia Sevilla han fracasado. Los padres de la joven de esta familia aseveran que nunca estuvieron cómodos en los refugios y que las comidas calientes, los estipendios y los buenos trabajos de los que había oído hablar de otros inmigrantes nunca se materializaron.
“El sueño americano ya no existe”, dijo el padre de la familia, mientras yacía sobre una manta en el suelo desnudo de la estación la tarde antes de su partida. «Aquí no hay nada para nosotros», añadía.
Ignoraban una realidad diferente a su país
“No sabíamos que las cosas serían tan difíciles”, exponía el padre de la joven. “Pensé que el proceso era más rápido”.
Dentro de esta coyuntura más de 2.000 personas han recibido ayudas monetarias del Estado a través de Caridades Católicas para movilizarse con familiares y amigos.
Una de las ciudades santuarios, como los es Chicago, es la más golpeada por la inmigración. A pesar del esfuerzo de la administración de Biden, que muchos califican de ineficaz, ha sido denominada como una población con una crisis humanitaria.
Refugiados en zonas educativas o en comisarías, durmiendo en el suelo o en carpas al aire libre, usando espacios públicos como baños comunitarios. Estas son algunas de las escenas que se viven actualmente en esta localidad. Una realidad que el gobierno ha ignorado por completo desde hace más de seis meses, o eso denuncian algunos residentes.
La situación no mejora para los venezolanos
Es una situación constante. Aunque muchos inmigrantes optan por marcharse, muchos otros llegan cada semana. El número de indocumentados se registra alrededor de 2.500 personas diarias que arriban a través del cruce de la frontera por el Rio Bravo.
Dentro de la travesía de la familia Sevilla, dicen que fueron llevados primero a la comisaria del Primer Distrito, donde permanecieron durante un par de semanas antes de ser trasladados al Wright College junto a cientos otros solicitantes de asilo. Casi un mes permanecieron allí antes de mudarse a una casa con otro migrante que alquilaba un apartamento de un programa de vales de la ciudad que ofrece hasta 10.000 dólares por hasta seis meses de asistencia para el alquiler.
Después de trabajar por un sueldo de 750 dólares, con mucho esfuerzo y sin poder saldar la totalidad de sus cuentas la familia optó por regresar a la estación del Primer Distrito, con la esperanza de retornar a Venezuela.
“¿Cuántos meses más de vida en las calles serán necesarios? No, no más. Es mejor que me vaya. Al menos tengo a mi madre en casa”, expresaba el padre de la familia con enorme frustración por no poder mantener a su familia en el “país del sueño americano”.
Esta es solo una de las miles de historias que hacen ver otra realidad de la situación migratoria de los Estados Unidos. Una realidad ignorada por el gobierno y empeorada por las personas que se aventuran con una finalidad que difícilmente podrá ser cumplida.