Alertas24 – Valencia, 21 de noviembre de 2024-. Rosario Murillo lleva años ejerciendo «de facto» el cargo, pero una vez se apruebe la reforma constitucional propuesta este miércoles por su marido, Daniel Ortega, será oficialmente la copresidenta de Nicaragua.
Solo falta que la Asamblea Nacional le dé el visto bueno, pero el presidente de la Cámara ya dejó entrever que no tardarán en hacerlo, ya que se pondrán a trabajar «rápidamente» en los cambios ideados por el «comandante» Ortega y la «compañera» Murillo.
Estos afectan a más de un centenar de artículos de la Carta Magna, según adelanta la prensa local, y entre otras cuestiones contempla la ampliación en un año del mandato presidencial y permitir al jefe de gobierno acumular más competencias, como «coordinador» último de los poderes legislativo y judicial.
Mientras se aprueba la reforma, Murillo seguirá siendo formalmente vicepresidenta, puesto que ostenta desde 2017, aunque para la población y los medios sea parte integrante de la «pareja presidencial» y su esposo lleve tiempo refiriéndose a ella como «copresidenta».
«Aquí tenemos dos presidentes porque respetamos el principio de 50-50, aquí tenemos una copresidencia con la compañera Rosario», dijo de ella Ortega en 2021.
«En realidad es la oficialización de lo que ya ha venido ocurriendo durante años», le dijo a BBC Mundo una periodista nicaragüense que prefiere mantenerse en el anonimato por seguridad.
Y es que, en los últimos tiempos, el gobierno sandinista ha recrudecido la persecución de opositores, organizaciones civiles que no considera afines y miembros de la prensa no oficialista.
«Lo que no está claro es si implica algún cambio en lo relativo a las funciones«, agrega.
Por su parte, varios analistas que también prefieren no ser citados con nombre y apellido apuntan que la reforma anunciada es la respuesta de Ortega al interés que siempre habría mostrado Murillo por reemplazarlo y gobernar el país.
El tándem Ortega-Murillo
Compañera incondicional de Ortega durante décadas, «la Chayo» –como se la conoce popularmente–, una mujer de 73 años fácilmente reconocible por sus chillonas elecciones de vestuario y joyería, es una persona fundamental en la toma de decisiones en Nicaragua.
Juntos concurrieron a las elecciones de 2021, en las que Ortega resultó reelegido y que Occidente tachó de «farsa» ya que sus posibles rivales habían sido encarcelados. Y juntos han hecho frente al aislamiento de la comunidad internacional —en enero de 2022 prestaron juramento frente a escasos representantes gubernamentales, entre ellos sus clásicos aliados de Cuba y Venezuela, y de Honduras– y al aumento de las sanciones.
«La parte estratégica de la conducción del gobierno la lleva Ortega, mientras que la aplicación cotidiana y práctica de esas decisiones estratégicas las lleva Rosario. Ortega siempre ha tenido esa posición definida en cuanto a lo estratégico y lo práctico», le dijo el historiador sandinista Aldo Díaz Lacayo a BBC Mundo para un perfil que este medio publicó sobre ella en 2021.
Según Fabián Medina, autor de la biografía no autorizada de Ortega «El preso 198», Murillo es «la mano ejecutiva» de un binomio «que se complementa a la perfección».
«Murillo es más extrovertida, más impetuosa, más colérica e impulsiva. Ortega es más retirado e introvertido», le dijo el periodista nicaragüense a BBC Mundo hace también algunos años.
«Pero ella es diferente. No le gusta que le contradigan, toma sus decisiones y es vengativa, rencorosa y muy enérgica, trabaja todo el tiempo».
Por eso, la eterna pregunta es si Murillo acabará siendo la sucesora natural de Ortega al frente del gobierno, ya no como copresidenta, sino como presidenta única.
Y es que los analistas siempre han apuntado a una resistencia a que eso ocurra en la vieja guardia del Frente Sandinista, entre la cual cuenta con menos apoyos que su marido.
Pero según analistas, el mayor freno a sus aspiraciones presidenciales llegó en abril de 2018, cuando varias fuentes la señalaron como la persona que dirigió la represión contra las protestas ciudadanas que dejaron más de 300 muertos y por las que Estados Unidos le impuso sanciones.
Entre la poesía y el poder
Ortega y Murillo se conocieron a finales de los años 70, cuando él se había autoexiliado en Costa Rica por su participación en el movimiento sandinista que en julio de 1979 sacó a la dinastía de los Somoza del poder tras una guerra civil de dos años.
Ya luego, como líder de la junta de lo que se denominó como «Gobierno de reconstrucción nacional», Ortega comenzó una serie de giras internacionales en búsqueda de apoyo externo a la joven revolución nicaragüense.
Murillo siempre estaba a su lado. Muchos años después, en 2005, se casaron por la iglesia.
Pero «la Chayo» siempre fue mucho más que una primera dama. De hecho, nunca le gustó el apelativo.
Tenía a su favor ser hija de Zoilamérica Zambrana Sandino, sobrinanieta de Augusto Sandino, el héroe nacional de Nicaragua e inspirador del movimiento revolucionario sandinista.
Por esa época se perfilaba como poeta y una de las principales representantes femeninas de las letras nicaragüenses. Según ella misma contó, comenzó a escribir como una necesidad de expresión, tras la muerte de su primer hijo en un terremoto en 1973.
Durante la primera presidencia de Ortega, entre 1985 y 1990, Murillo aprovechó su posición para que la cultura tuviera un espacio trascendental en el plan de gobierno de Ortega.
Sin embargo, su influencia no era entonces ni remotamente parecida a la de ahora.
«En los años 80 estuvo bastante ignorada. Fue una figura menor y Ortega no la tomaba mucho en cuenta», le aseguró a BBC Mundo Fabián Medina.
Durante la campaña por la reelección en 1990, de hecho, los asesores le recomendaron al mandatario mantener a su mujer con un bajo perfil por su imagen extravagante.
Finalmente el Frente Sandinista de Liberación Nacional no salió reelegido ni Murillo logró un puesto en la Asamblea Nacional. Se avecinaba una década desde la vereda de la oposición.
Las acusaciones de violación
Según analistas, hay tres eventos que habrían marcado «el acercamiento o control» que tomó Murillo sobre Ortega.
El primero fue esa derrota electoral de 1990. Murillo le dijo con antelación que perdería la elección y que personas cercanas a él como Sergio Ramírez o Carlos Fernando Chamorro «le acabarían traicionando».
El segundo fue cuando, tras detectarle en 1994 que había sufrido dos infartos silenciosos, Murillo tomó el control de su medicación y su dieta.
Pero el evento clave para estrechar la relación de ambos ocurrió en 1998, cuando Zoilamérica Narváez, hija de Murillo de otra relación anterior a Ortega, acusó a su padrastro de haberla violado en repetidas ocasiones.
Sea como fuere, lo que ha quedado patente en todos estos años es el creciente peso de Murillo en las decisiones que se toman sobre el país.
Ahora queda por ver qué cambios implicará en ello, si es que supone alguno, la reforma constitucional recién propuesta.
Con información de BBC y Alertas24.